Introducción, principios teóricos y metodológicos
Armando Silva, escritor con PhD en Filosofía y Literatura Comparada de la
Universidad de California y estudios doctorales en Semiótica y Psicoanálisis en
la Ecole de Hautes Etudes en Ciencias Sociales de Paris y en la Universidad de
Roma.
La teoría de los imaginarios
urbanos trata de explorar las condiciones perceptivas y cognitivas que
caracterizan la vida urbana en las sociedades contemporáneas. Unas sociedades
marcadas por el espectacular desarrollo que han experimentado las tecnologías
digitales y por el papel clave que desempeña la información en todas las
esferas de la vida de los ciudadanos. Ese desarrollo nos obliga a repensar
muchas de las definiciones de conceptos como espacio público o ciudadanía
propuesto por disciplinas "modernas y completas" como la
antropología, la sociología o el urbanismo. "En el contexto actual,
explicó Armando Silva, se produce un desplazamiento en la identidad del sujeto
que protagoniza la construcción social. Ya no es la comunidad, sino el
individuo, ya no es la masa (el pueblo, la nación, la clase obrera...), sino la
multitud (concebida desde una dimensión lingüística como enunciación, o desde
una dimensión política, cercana a la perspectiva de Toni Negri, como conjunto
de subjetividades autónomas pero interconectadas en red) o el grupo (entendido
como proyección de unos intereses colectivos que forman una comunidad social
transitoria y trans-urbana)".
En su presentación del seminario-taller
Imaginarios urbanos: hecho público, Armando Silva, escritor con PhD en
Filosofía y Literatura Comparada de la Universidad de California y estudios
doctorales en Semiótica y Psicoanálisis en la Ecole de Hautes Etudes en
Ciencias Sociales de Paris y en la Universidad de Roma, explicó que su teoría
de los imaginarios urbanos se configura alrededor de un juego de seis
combinaciones que interactúan entre sí como un mapa lógico y nos permiten
distinguir la ciudad de la modernidad de la urbe contemporánea (caracterizada,
entre otras cosas, por sus múltiples y variables ejes de articulación, su
crecimiento difuso y fragmentado y su carencia de centro).
A juicio de Armando Silva
urbanizar es mucho más que poblar el mundo de ciudades. "La urbanización,
explicó, genera paradigmas cognitivos y normas sociales que determinan nuestro
comportamiento y nuestras relaciones con los demás". Así, tras los
atentados a las Torres Gemelas de Nueva York, el poder está intentando
urbanizarnos en el terror y para ello están favoreciendo la creación de
auténticas "ciudades (y edificios y casas y apartamentos) fortalezas"
dotadas de herramientas tecnológicas que permiten controlar y vigilar los
movimientos de los ciudadanos (a los que se convierte, automáticamente, en
individuos sospechosos). "En este contexto, advirtió Silva, el miedo ya no
es sólo un instrumento que utiliza el poder de forma excepcional para encauzar
situaciones conflictivas, sino que encarna el rostro cotidiano del poder
contemporáneo". Si antes se nos identificaba con un análogo físico, una
foto (que representaba el símil de uno mismo), a día de hoy, en ciertos aeropuertos,
uno de los espacios más globalizados que existen (y donde todos somos
sospechosos), se nos puede identificar por un elemento químico: el ADN. Se pasa
así de un proceso de identificación montado sobre la iconografía a otro que
utiliza restos del cuerpo. "Es decir, subrayó Silva, de lo similar -una
imagen fotográfica-, a lo deducible en un laboratorio -un pedazo de mí
materialidad corpórea, el ADN-. De lo indicial a la certeza".
- La teoría de los imaginarios
urbanos se construye sobre la tesis de que en las últimas décadas se ha
producido un importante giro en la economía de las sociedades occidentales (y,
por extensión, del resto del planeta), pasándose de un capitalismo basado en la
producción a un capitalismo basado en el consumo. "Según el psicoanálisis,
recordó Silva, el sexo se enmarca en el ámbito de las pulsiones, no de los
instintos (que son aquellas necesidades que tenemos que satisfacer
obligatoriamente para poder sobrevivir: es decir, beber, comer y soñar). Y por
analogía, el consumo es pulsión: la compulsión a la compra". En la
modernidad, la organización económica capitalista respondía a criterios
racionales. Sin embargo, a día de hoy, el sistema productivo capitalista no
trata de satisfacer las necesidades de los sujetos, sino que se dirige a sus
pulsiones y deseos. El sistema de producción corporativo de hoy es
absolutamente racional, pero para los ciudadanos el consumo es emocional
"Antes, indicó Armando Silva, los niños y niñas tenían un muñeco, ahora
poseen decenas, miles de barbies coleccionables. Y cada cierto tiempo
(cumpleaños, navidades...) van recibiendo nuevos regalos a los que, con
frecuencia, ni siquiera prestan atención".
- A la teoría de los imaginarios
urbanos no le interesa, por tanto, enfocar la "ciudad real", sino la
ciudad imaginada que no se define en términos geográficos y administrativos,
sino en términos psicológicos y simbólicos. Armando Silva parte de la certeza
de que el orden imaginario desempeña un papel clave en la vivencia y percepción
de una ciudad.
A su juicio, en las sociedades
contemporáneas, la construcción de estas ciudades imaginadas se encontraría
determinada por este juego de seis combinaciones que interactúan entre sí para
definir el paso de una sociedad pensada en sus hábitos sociales hacia otra
pensada en las pulsiones psicológicas, adelantando así las precondiciones
dentro de las cuales se escenifican los imaginarios sociales: espacio / tiempo;
ciudad / urbanismo; localidad / globalidad (o mejor transnacionalidad); imagen
analógica / imagen pos-icónica; producción / consumo; ciudad real / ciudad
imaginada.
En el primer escenario se marca
la desterritorialización del lugar arquitectónico como objeto físico y el paso
hacia una noción de red y de interacción perceptiva. En el segundo, el
desarrollo de "urbanismo sin ciudad" como situación particular de la
época en donde no se requiere vivir en un casco citadino para ser urbano y
sujeto a la urbanización. En el tercero, los efectos de la superación de los
límites de las ciudades, de las naciones, de los lugares, para ceder a un orden
trasnacional que reelabora lo local en lo económico, lo mediático, lo
tecnológico y lo cultural. En el cuarto, la redefinición del estatuto de la
imagen de naturaleza analógica ante otra en que ya no se basa en la
reconstrucción de una semejanza a un objeto que busca representar en su
iconicidad, sino en un código matemático que surge de cálculos numéricos y que
arroja más bien similitudes (no semejanzas) para concebir nuevos percepciones
pos-icónicas.
En el quinto escenario, nos
encontraríamos ante el paso de una sociedad de la producción propia de la
modernidad industrial a otro modelo fundado en el consumo, en el cual la
fabricación de productos, sean de naturaleza física o virtual, se dispara a
limites "irracionales" (e inmedibles), pues ya no se trata de vender
ni de producir de acuerdo a "necesidades reales". Y en el sexto
escenario, nos topamos con la emergencia de un nuevo "urbanismo
ciudadano" que vive las ciudades según los imaginarios que los habitantes
hacen y comparten de ella, donde las percepciones grupales generan los nuevos
croquis ciudadanos y desde donde se puede pensar en conquistas sociales basadas
en deseos subversivos.
Estos puntos de vista ciudadanos,
donde los habitantes se urbanizan por ser ellos quienes las colman de sentidos,
van a desplegar muchas polifonías narrativas que hacen que la ciudad pueda ser
definida en calidad de un efecto imaginario de lo urbano (que viene desde
afuera y afecta a la ciudad urbanizándola). En fin, se fortalece el paradigma
de una ciudad imaginada propia de las mentalidades sociales y de materia etérea
que se sobrepone muy fuertemente a la ciudad física, más ligada a la tierra y
al soporte físico. La necesidad de abordar estos nuevos fenómenos urbanos
utilizando paradigmas psicológicos se explica en cuanto que las relaciones
entre individuo y sociedad quedan replanteadas a partir de nuevas cargas, tanto
en lo económico como en lo social, que recaen, en gran medida, sobre los
hombros de los sujetos individuales.
Por todo ello, la teoría de los
imaginarios urbanos -que Armando Silva describe como una "nueva
antropología del deseo ciudadano"- no busca verdades constatadas, sino
creencias compartidas (construcciones sociales). "Es una teoría, explicó
Armando Silva, que parte de la convicción de que en una ciudad hay muchas
ciudades hechas por puntos de vistas ciudadanos (la ciudad de los hombres y de
las mujeres, de los homosexuales y de los heterosexuales, de los niños y de los
mayores, de los ricos y de los pobres...), pues la experiencia urbana
contemporánea no es genérica, sino que está fraccionada". Los imaginarios
urbanos no pertenecen ni a individuos concretos, ni a la sociedad en su
totalidad. Son colectivos y reflejan los deseos, miedos, creencias y
sentimientos en general de grupos específicos de ciudadanos (las mujeres, los
niños, los emigrantes...).
De este modo, el objetivo de este
proyecto no es diseñar mapas empíricos que ofrezcan una representación global y
cerrada de la "ciudad real", sino crear "croquis"
-provisionales y variables- en los que se muestren distintas percepciones y
prácticas urbanas que conviven en una misma localidad. Siempre teniendo en
cuenta que dichas percepciones y prácticas están condicionadas tanto por la
experiencia grupal como por la imagen de la ciudad que construyen los medios de
comunicación (televisión, prensa, radio) y los relatos literarios y
cinematográficos.
Los imaginarios urbanos son
plurales y polisémicos y, por tanto, exigen un abordaje teórico-práctico
flexible y multidisciplinar.
http://ayp.unia.es/index.php?option=com_content&task=view&id=228
Ícono y ciudad expuestos en la obra
de Raúl Herrera
"Lo urbano es infinito"
"Las ciudades son un conjunto de muchas cosas: memorias, deseos,
signos de un lenguaje; son lugares de trueque, como explican todos los libros
de historia de la economía, pero estos trueques no lo son solo de mercancías,
son también trueques de palabras, de deseos, de recuerdos."
Italo Calvino: "Las ciudades invisibles"
Imaginarios urbanos es de las últimas series que nos ofrece el artista
visual barinés Raúl Herrera. Esa podría ser una forma de comenzar nuestro
repaso por su obra, tomémoslo como un ensayo (pero de práctica y error) a fin
de cuentas el artista no oculta su gesto al figurar o entregarse a la
abstracción, esto se trata y tratará siempre de un probar e ir construyendo en
el camino. Así lo ha hecho precisamente
con su trabajo, sostenido precisamente en un construir y reflexionar constante
en torno a la ciudad y lo que la configura, tomando así el recurso impredecible
de la pintura, del coqueteo visual con las diferentes visiones personales y por
supuesto, nos muestra lo que ha logrado gracias a la formación como artista.
Mario de Andrade bien lo dijo en Arte y Arquitectura del Modernismo Brasileño:
“manifestándose especialmente a través del arte, pero salpicando también con
violencia las costumbres sociales“.
El edificio, esa nueva choza-costumbre del hombre actual, el ícono que
permanece en las representaciones de Herrera, podría ser para algunos ese
parapeto hostil imitador de árbol que se alza entre el concreto, para éste no
es más que el símbolo que resguarda en sí, el significado de la ciudad, de la
urbe. El proceso de comunicación de la imagen reza: “la existencia de imágenes
implica la presencia de elementos (forma, movimiento y percepción humana) que sólo aparecen cuando hay un sujeto
receptor, un hombre que recibe el mensaje visual a través de la vista. Por lo
tanto, no puede haber imagen sin un proceso de comunicación”; precisamente es
de nuestras preferidas apreciaciones, el imaginario urbano de Raúl Herrera
comunica, transmite, identificación señera con el gesto visual que proyecta al
colectivo, edificio tras edificio, apiñados unos, otros encima, contrastes
cálidos que reflejan la actividad, la construcción como un agente de personalización
de los estados de la gran ciudad, imprimiendo emocionalidad al conglomerado de
la polis, los edificios, la ciudad son seres, seres de la urbe que se levantan
con vida propia, para ser protagonistas en una selva de cemento habitada por
desalmados.
“Se puede explorar desde el edificio a una lámpara, un pote de
basura…elementos que se pueden convertir en elementos estéticos… y soy yo los
que los convierto íconos” dice Herrera, como personaje que modela y da vida de
esta figuras, considerando sus necesidades de comunicación, de expresión
visual, atendiendo a Duchamp: “considero la pintura como un medio de expresión
y no como un fin. Un medio de expresión entre tantos otros…” He allí la otredad, el artista explaya su
discurso en donde él mismo se ve retratado, a pesar de que comenta que en su
trabajo es capaz de desmontar otros elementos, escoge los rectángulos y
cuadrados que están sembrados en nuestras ciudades, en el edificio de la
agitada urbe que comparte su espacio con otros, unos más pequeños, otros más
altos, unos más oscuros, otros claros, “o el color que tenga a la mano”
dice. En fin, toda una interacción de
seres distribuidos rítmicamente en una composición; inmuebles que se yerguen
portando la condición del ser, algún tipo de anhelo de permanecer incólumes
ante la acción del tiempo, sus similares y la acción de la naturaleza.
La polis, la ciudad, la civitas, si tiene algo característico, más que
cualquier elemento arquitectónico o social es precisamente la configuración de
universalidad. Recordemos un detalle menos subjetivo como las señales de
tránsito, que son capaces de transmitir lo mismo de Barinas a Tokio.
Precisamente en universalizar la visión de un ícono es lo que nos propone el
artista, para la proyección en el inconsciente colectivo.
En una de las obras, nos comenta el artista plástico, que “la ciudad
puede ser la que pensamos, la que creemos, la idealizada” siempre en un
ejercicio conceptual, a ratos la ciudad ordenada, otras en entero caos, pero
siempre ofreciendo esa dualidad para la lectura del observador porque “depende
de cada persona”.
“Se trataba de fragmentos de la ciudad, composición de nuevos elementos.
Más que todo ejercicio. Ahora con este trabajo es algo más complejo y concreto
de lo que me interesa con la ciudad. Encontré con lo qué seguir explorando y
reinventando lo que hay”. (Herrera en entrevista, 2011).
Es lo que dice el artista plástico sobre su anterior exposición “Tiempos
Urbanos”; aquí evidenciamos el proceso de reflexión, de investigación y puesta
a prueba del armado del discurso imagético plástico. Una obra en constante
producción, transformación y reinvención.
“Esta línea puede durar toda mi vida, es infinito. La ciudad desde su
creación ha sido tema de los poetas, artistas plásticos, la ciudad como ideal,
como conjunto de estructura, como filosófica, material”. (Herrera en
entrevista, 2011).
Es una postura ideal ante todo, una forma de vida, de comunicar a través
de una cosmovisión urbana personal, a fin de cuentas el “desarrollo” y la
postmodernidad nos han hecho autómatas que viven en cajas de cemento y uno que
otro accesorio para diferenciarnos. El concepto de diferenciación en Raúl
Herrera es precisamente el imaginario, cómo él proyecta el ícono, su ícono,
pero está al servicio de las subjetividades del que genera la lectura visual,
cada quien percibiendo según sus propias improntas, percepciones y visiones
personales de la arquitectura de la existencia. Si hay alguna duda sobre ello,
ya ha hecho de las suyas con nosotros.
Hemos explorado y caminado su urbe, proyectándonos nuestra propia visión
del ícono, a través de ese erguido leitmotiv que se nos muestra en las más
variadas presentaciones y colores, unos proyectados en su grandeza, otros que
sucumben en su emocionalidad colorida porque fueron menospreciados por sus
hacedores. Los imaginarios urbanos, son ellos que se arman como proyecciones
del ser, de los seres de la urbe.
Los imaginarios urbanos, son la condición humana del transeúnte. Los
imaginarios urbanos, son pedazos de Raúl Herrera que configuran su condición de
artista que busca la trascendencia en la obra. Los imaginarios urbanos, son
precisamente los que activan nuestra imaginación, para hacer de ellos lo que
nos plazca. Los imaginarios urbanos, nos comunican los gestos de la polis, son
hijos del hombre, el nicho del presente, del futuro.
Los imaginarios urbanos de Raúl Herrera esperan por tu lectura, por tu
propia práctica de ensayo y error para la necesaria conversación del gesto
contigo, ansían comunicarte, que adentres en sus vericuetos y cálidas figuras,
porque para el artista “No hay mayor creación del hombre como la ciudad”.
Miguel Antonio Guevara
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