domingo, 15 de marzo de 2015

LA CALIDAD EDUCATIVA PARA FE Y ALEGRÍA







“Queremos una educación que sirva para crear los ciudadanos y ciudadanas del mañana, y para ello es necesario preguntarnos qué tipo de personas y para qué sociedad las queremos” 
Jorge Cela 







Educación de calidad para Fe y Alegría es: 

“…la que forma la integralidad de la persona potenciando el desarrollo pleno de todas sus dimensiones, la que valora su unicidad individual y su pertenencia socio-cultural favoreciendo la apropiación y construcción personal y colectiva de conocimientos, actitudes y habilidades; es la que capacita para mejorar la calidad de vida personal y de la comunidad, comprometiendo a las personas en la construcción de una sociedad más justa y humana. Educación de calidad es, desde nuestra perspectiva, la que se caracteriza por una práctica educativa y de promoción social entendidas como proceso concientizador, transformador, participativo, solidario, refl exivo, relevante, creativo, equitativo, efi ciente y efi caz, elaborado desde y con los excluidos, que promueve un liderazgo grupal sin exclusión, donde cada uno tiene un lugar en el quehacer de la comunidad”.

Esta defi nición comprende varios aspectos:

 • La centralidad e integralidad del ser humano. El ser humano, considerado en su integralidad, es el centro de todo proceso educativo. La calidad educativa se refi ere a la totalidad de la persona, por lo que no es posible privilegiar unos aspectos (aprender a hacer y a conocer), frente a otros (aprender a ser y a vivir en comunidad). • Educación inclusiva y justa. Lo importante es acoger a todas las personas, vengan de donde vengan, sean como sean y traigan las experiencias que traigan. Ofrecer a cada cual lo necesario para vivir una vida plena y saludable. Una educación de calidad se opone a la excelencia basada sobre prácticas excluyentes, y busca la excelencia para todos. Esto implica discriminar positivamente a los que vienen con mayores carencias, tratando de compensar las desigualdades de origen. La inclusión no está reñida con la efi ciencia, pero el juicio sobre ésta debería hacerse a partir de criterios relacionados con la lógica pedagógica y no con la económica.

• Educación para la democracia plena.

 La visión de la educación en una sociedad de mercado, individualista y competitiva, conlleva una noción de calidad que selecciona a los mejores y arrincona a los que no se adaptan. Fe y Alegría cree en una sociedad democrática plena, política, social y económicamente, lo cual implica la participación de todos y todas, cualesquiera sean sus capacidades, en su construcción y desarrollo. • Cultura popular y comunidad. Los valores culturales de las clases populares pueden convertirse en motor de la transformación social que buscamos. Es preciso entonces acompañarlas, potenciando su visibilidad y participación en el debate público.



Los factores de la calidad 

Entendiendo de este modo la calidad, como un elemento complejo y que abarca diversos aspectos y dimensiones, podríamos agrupar en cuatro factores básicos el conjunto de elementos que, interrelacionados entre sí, aportan calidad a un proceso educativo. Estos factores son: el contexto, los recursos, los procesos y los resultados. La educación nunca tiene lugar en el vacío. Cualquier proceso de enseñanza –aprendizaje se da en un contexto específi co, del cual se nutre y al cual pretende responder. Sin conocer de qué modo afecta al imaginario de educandos y educandas el clima social del entorno, sus relaciones familiares o el creciente infl ujo de los medios de comunicación, no será posible establecer estrategias pedagógicas adecuadas que redunden en la calidad de los aprendizajes. De ahí la importancia de la relación permanente entre la escuela y su entorno circundante. Como ha señalado Jorge R. Seibold: “El primer factor es el «contexto sociocultural» en el cual la institución escolar vive y se desarrolla. Ella no vive en el aire. Necesita un «hábitat» o marco culturalaxiológico y socioeconómico en el que esté inscrita y con el cual mantenga un permanente fl ujo y refl ujo de dar y recibir. Es en este medio donde se descubren las aspiraciones y necesidades más elementales de la familia y de la comunidad. Los alumnos serán vivos portadores de un imaginario social rico en determinaciones tradicionales, modernas y postmodernas que introducirán en el aula, y que será responsabilidad del docente descubrir, reconocer y alentar a fi n de reelaborarlo con nuevos y signifi cativos saberes. Así se formará un «clima» inculturado propicio para el reconocimiento de las identidades personales y para el acrecentamiento de la calidad educativa”.

Los recursos no son determinantes para la calidad educativa, pero no hay duda de que una distribución y utilización adecuada de los mismos tiene incidencia sobre el proceso educativo. En cualquier caso, resulta importante subrayar que los recursos materiales tienen importancia en tanto en cuanto se dispone de recursos formales para su aprovechamiento óptimo. Merari Flores, de la Universidad del Valle de México, refl exionando sobre la dotación de recursos desde un plano de equidad lo hace en los siguientes términos: 
“Para ser plena, esta justicia debe focalizar acciones en favor de los más pobres, en dos líneas complementarias: la primera, es la que provee recursos materiales para posibilitar la enseñanza-aprendizaje, como pueden ser los recursos de infraestructura, de materiales didácticos, los refuerzos alimentarios, la vestimenta, la salud, etcétera; la segunda, es la que provee apoyo directo de las propias prácticas pedagógicas que tienen lugar en ese marco. De nada valdría enviar libros de lectura (recursos materiales) a esos sectores, si los maestros no disponen de los medios didáctico-pedagógicos (recursos formales) imprescindibles para que los alumnos puedan progresar en la lectura comprensiva de esos textos”.

El tercero de los factores señalados son los procesos. Desde nuestra perspectiva, estos son el elemento primordial a la hora de determinar la calidad de la educación. Procesos que suponen la interrelación de un amplio número de elementos: la relación enseñanza aprendizaje, la gestión del centro, la organización, la administración, la relación con la comunidad, etc. Estamos de acuerdo con aquellos autores que, alejándose de defi niciones simplistas, entienden que la calidad educativa no se puede medir solamente en función de sus resultados, siendo éstos necesarios e indispensables. Pero la educación es un hecho más complejo, aunque esto nos exija esfuerzos superiores para evaluarla y para mejorarla. Según Cano García la calidad debería entenderse como un proceso de construcción continua más que como resultado: “…la calidad va más allá del rendimiento más o menos alto (si, por ejemplo, éste no se acompaña de un proceso de aprendizaje satisfactorio). Consideremos la calidad como un proceso, como trayecto o como camino más que como producto fi nal a pesar de la difi cultad de su evaluación”. 

Por último están los resultados, los cuales evidentemente son muy importantes pero que son, a su vez, consecuencia de los tres factores anteriores. Sería absurdo no aspirar a conseguir unos resultados adecuados como colofón al proceso educativo. Pero esos resultados deberían estar en consonancia con la lógica de una educación integral y, por lo tanto, responder a las diferentes dimensiones individuales y comunitarias en las que educandos y educandas pueden y deben desarrollarse. Lo que nos parece en todo punto inadecuado es situar en el centro de todos los intereses resultados únicamente cuantitativos, descuidando además los factores cuya interrelación nos lleva a aquellos.


Tomado del trabajo de ALEJANDRO FERNÁNDEZ LUDEÑA PROGRAMA DE CALIDAD DE LA EDUCACIÓN POPULAR DE FE Y ALEGRÍA

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